lunes, 1 de noviembre de 2010

Limpiando el alma…

COLUMNA MES DE NOVIEMBE EN LOGORED

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“Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta.” (El principito – Antoine Saint-Exupery)

A lo largo de nuestra historia personal, podemos ir descubriendo distintas formas de acercarnos a ella, volviendo a nuestro pasado, descubriendo nuestro presente y construyendo nuestro futuro. Y algo que es parte de nuestra biografía, son los múltiples objetos que guardamos durante mucho tiempo en nuestros hogares. A todos los que han tenido que mudarse de un lugar a otro, han pasado por la experiencia de volver a tomar contacto con objetos muy personales, que a lo mejor han tenido una gran trascendencia para nosotros en algún momento particular de nuestra vida. Sin embargo, no es necesario una mudanza para que nos agarre súbitamente ese impulso de reordenar nuestro hogar, cambiar los muebles de lugar y abrir la puerta de esos armarios que contienen misterios ya olvidados.

Este proceso de limpieza que parece cotidiano sin una trascendencia particular, puede significar un pequeño paso para descubrirnos. Abrir las puertas de un armario, implica reencontrarnos con nosotros mismos. En nuestros objetos personales, “algo” hemos guardado en ellos de nuestra propia vida, de nuestra propia alma. ¿Cuáles son los beneficios mas próximos que aparecen de hacer esta “limpieza del alma”?

En primer lugar, tomamos contacto con nuestra propia historia. Nos reencontramos con muchos momentos que hemos guardado, regalos especiales, libros olvidados pero que en algun momento fueron verdaderos compañeros, fotos de seres queridos, fotos familiares de antaño, etc. Todos esos momentos vividos vuelven a nosotros, salen de ese armario y vuelven a tomar vida. Y cuando hemos abierto las puertas de nuestra historia, se abre una gran incógnita: ¿Qué hacemos con todo eso?

Podemos volver a guardar todo como estaba sin realizar ninguna modificación o podemos otro camino. Al abrir las puertas, empieza a fluir nuevamente el aire que despeja el polvo de los recuerdos y de los momentos olvidados. Nos damos cuenta de muchas cosas que no creíamos tener y que nos pueden ser útil. Encontramos ese viejo libro que ni recordábamos donde había quedado, o encontramos una foto que vale la pena exhibir en nuestra repisa. Nos damos cuenta también, de las muchas cosas que podemos tener y que para otras personas puede ser sumamente útil.

Esta tarea encierra la aventura del autodistanciamiento de nuestra propia historia, nos situamos como espectadores, a la vez de protagonistas, de nuestra propia película. Esta “capacidad de posicionarnos”, nos permite descubrir como nos hemos ido transformando a lo largo del tiempo. Tomamos una posición de nuestros regalos del ayer en relación a lo que somos en el presente. Esos objetos son descubiertos con una mirada distinta a la que teníamos hace tiempo.

Muchos objetos generan un aferramiento particular… ¿Cómo deshacernos de esos objetos en los cuales hemos guardado algo de nosotros mismos? Sin embargo, descubriendo que no perdemos nada de nosotros sino que al soltar los aspectos materiales de nuestra historia, logramos que permanezca en nosotros las vivencias que nunca morirán. Y descubriendo nuestra condición de apertura hacia el mundo, podemos lograr desprendernos de lo que ya no forma parte de nuestro presente y puede comenzar a formar parte de la historia de otros. Lo que nos da lugar para poder seguir escribiendo nuevas historias.

El ejemplo mas claro vienen a ser esos juguetes de nuestra infancia, con los cuales imaginábamos otras realidades, los cuales nos acompañaban día a día, los cuales estaban siempre con nosotros. Y en el día actual, es hora de pasar esos recuerdos a otros.

Esta pequeña aventura, que pasa del orden al caos hogareño, para volver a un nuevo orden, nos permite reencontrarnos con nosotros en el hoy. En cierta forma, nos permite trascendernos y nos ayuda a abrir la ventana que pueda traer el aire renovador de la mañana. Como dice el autor Robert Fisher, “no puedo conocer lo desconocido, si me aferro a lo conocido”. Al mismo tiempo, no puedo disfrutar el presente si me aferro al pasado. No se puede construir un mañana, mirando hacia atrás. Esto no implica que el pasado deje de existir, todo lo contrario, es parte nuestro para siempre.

El valor que le otorgamos a nuestra historia nos puede detener en muchos aspectos y no nos permite construir un presente pleno. Esta nueva mirada se debe a que el tiempo ha acontecido en nosotros y no somos los mismos del ayer. Lo que nos permite dar una nueva mirada a lo vivido y nuevos significados a nuestra existencia.

Asimismo, puede ser interesante descubrir que objetos son los que nos aferran, los mas difíciles de desprenderse, ya que estos objetos contenedores de pedacitos de nuestra alma, son espejos de nuestras propias limitaciones y de aquellas pequeñas cosas que nos traban en nuestro camino. Descubriendo en estos espejos nuestras propias prisiones, podemos liberarnos a nosotros mismos. Viendo en el espejo lo que nos significa a nosotros, podemos decidir si seguir aferrado o aprender a caminar de una manera distinta. Pensemos que esos objetos a los cuales seguimos aferrados, volverán a estar olvidados por un tiempo, en la oscuridad de nuestros armarios. Esta profundidad que se asemeja a nuestra propia alma.

Erich Fromm planteaba como al dar uno ya esta recibiendo. Y esta limpieza, nos permite la posibilidad de reencontrarnos con nuestra actitud solidaria. Esto no significa desprendernos de todo lo que tenemos, sino de dar un nuevo sentido a las cosas, darle una nueva mirada. Y los objetos que guardemos tendrán un significado mucho mayor en nosotros. Nuestro armario tendrá un aire renovado y nuestra alma habrá vivenciado un cambio profundo de lo que significa mirar nuestra propia vida y valorarla con los ojos del tiempo y del crecimiento.

Esta limpieza cotidiana que podemos realizar en unas cuantas horas, nos ayudara a reencontrarnos, a redescubrirnos y a reescribirnos, liberando ese polvo viejo que queda en el alma y que no nos permite respirar con plenitud el aire que realmente merecemos. Después de haber realizado yo mismo esta “limpieza del alma”, quisiera compartir lo renovador que se siente liberar el polvo que uno va acumulando. Por eso invito a todos los lectores de Logored, para que puedan vivenciarlo y compartir lo que han podido alcanzar. Solo se trata de comenzar… ¿Por qué no?

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