jueves, 3 de junio de 2010

El Juego de la libertad

ARTICULO PUBLICADO EN LA REVISTA LOGORED JUNIO 2010

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El ajedrez es semejante a la vida” (Miguel de Cervantes)

El nacimiento del ajedrez es misterioso e incierto. Algunos remontan su aparición hasta los egipcios. Pero lo que nadie puede cuestionar es que el ajedrez ha acompañado al desarrollo de la humanidad. Fundamentalmente nos permite comprender la confrontación entre la voluntad y el destino.

El juego representa un espacio limitado con un orden que debe seguirse. Cada pieza tiene un determinado tipo de movimiento que debe seguirse, es la ley del juego. Sin orden o ley, no hay juego. Dentro de este espacio limitado, el universo de este juego es ilimitado.

La libertad se ve representada en cuanto debemos decidir nuestros pasos y cada movimiento tiene su consecuencia. El movimiento se hace desde la libertad pero asimismo la consecuencia de cada acto apela a nuestra responsabilidad. El juego ofrece numerosas posibilidades de la cual el participante debe elegir. Como la vida misma.

La libertad del participante se ve confrontada por las circunstancias que otorga la otra parte. Los movimientos del otro lado confrontan nuestras decisiones. Nuestras decisiones enfrentan al otro y el otro nos enfrenta a nosotros. Pero no disminuye nuestras posibilidades, sino que las aumentan. Nos permite desplegar nuestra libertad cada vez de forma mas responsable.

También aparece representado el destino. Podemos tomar como los otros movimientos representan las circunstancias que debemos enfrentar a lo largo de la vida. Los movimientos del destino, nos confrontan con nuestra libertad. Para Frankl, el destino es parte constitutiva de la vida. El juego solo es posible en cuanto permite la confrontación de la propia libertad frente a lo que nos presenta la vida misma. Dentro de nuestros limites, nuestra ilimitada libertad nos permite enfrentar las circunstancias que se van presentando, teniendo que generar nuevas decisiones que surgen de las que hemos tomado anteriormente y de las posibilidades que se van presentando.

El ajedrez, como la vida, ofrece infinitas posibilidades. El campeón mundial Gary Kasparov dice El ajedrez es inagotable. Se han jugado millones de partidas y se han escrito miles de obras, pero hasta ahora no existe fórmula universal ni método que garantice el triunfo”. No hay reglas o formulas que nos permitan “aprender a vivir”.

El juego también implica un “duelo de voluntades”. El hombre no vive en soledad sino que constantemente sale al encuentro con un otro. Nuestra libertad se ve confrontada con la libertad del otro. Ambos deben tomar las decisiones que ellos consideren con sentido para poder avanzar en el juego de la vida.

El ajedrez es también considerado un arte, como la vida. Es el arte de descubrir las infinitas posibilidades que tiene el hombre de autotrascenderse. En “Buscando Sentido” (versión libre de Sincronización en Birkenwald de Viktor Frankl), el Ángel Negro, envidia la libertad del hombre, aquella que le permite convertirse en un santo o un cerdo.

Los grandes campeones de ajedrez, dan testimonio de que han aprendido mas de sus derrotas que de sus victorias. Ya que es mas fácil descubrir los errores en las partidas perdidas que en las que han salido victoriosos. Los valores de actitud se hacen presentes. Y la vida nos permite siempre volver a jugar, una y otra vez, para ir aprendiendo a descubrir las decisiones que nos acercan a quien queremos ser. Son nuestras decisiones las que nos definen, aprendemos de ellas y son innumerables las posibilidades que tenemos para modificar nuestra actitud frente al otro lado del tablero. Podemos decir que la vida es una gran partida de ajedrez. Aunque también la vida nos presenta etapas que empiezan y terminan, juegos que empiezan y terminan. Siempre debemos volver a empezar a jugar.

Pero lo mas importante, es que el juego solo puede desarrollarse CON el otro. Solamente en el encuentro podemos descubrir nuestra propia libertad. El verdadero juego se da en el encuentro con otra voluntad. El encuentro con el otro nos permite aprender a tomar nuestras decisiones, a percibir nuestras posibilidades de sentido, de desarrollarnos en el arte de vivir. Por eso aquel que pretende vivir en soledad, nunca podrá descubrir el verdadero sentido de vivir.

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