“Libertad sin destino es imposible; la libertad solo puede ser libertad frente a un destino”
¿Qué significa que somos libres frente a un destino? ¿Es más fuerte el destino que la libertad? ¿La libertad puede romper el destino de una persona? La respuesta parece simple pero no sencilla. Para eso tendríamos que ver primero a que le llamamos destino. Por un lado tenemos que caracterizar al destino, como lo hace Frankl en su conocido “Psicoanálisis y Existencialismo”, como aquello de lo cual la persona no tiene posibilidad de elección. El destino parece referirse en la visión frankliana, a la situación, las circunstancias y la posición en la que se encuentra una persona y de la cual no ha elegido concientemente.
Para esto, Frankl diferencia tres tipos esenciales de destino. A saber:
- Destino biológico: Campo de lo fisiológico
- Destino psicológico: Factores anímicos (instintos)
- Destino social: Condicionamientos culturales, históricos, sociales, etc.
Es de notar, que la caracterización que hace Frankl del destino, incluye casi todos los estratos de la persona humana salvo el de la dimensión espiritual, ya que esta ultima refiere a la peculiaridad y singularidad de la persona humana, lo que hace suponer que seria una contradicción hablar de un “destino espiritual”.
El destino, representado en estas tres variantes, forma parte del suelo por donde la persona puede empezar a caminar y transitar el camino de su libertad. “La realidad es siempre una posibilidad”. Una posibilidad para decidir, para conformar, para transformar, para crear, para experimentar, para tomar una posición, para ir decidiendo y conociendo a la persona que vamos construyendo. La realidad es la posibilidad que le brinda al poder del ser, el espacio para su desarrollo y su existencia. Cabe considerar, por ejemplo, que hoy ya no hablamos de “personas discapacitadas” sino de “personas con discapacidad”, que implica que un aspecto biológico es una característica de la persona y no engloba a toda la persona en si.
El destino forma parte del repertorio inicial con el que se encuentra la persona en su recorrido existencial. Frankl lo ubica como el suelo donde uno debe mantenerse firme y me gustaría imaginarlo como el trampolín que permite dar el gran salto hacia la libertad. Por otro lado, el destino puede considerarse como un campo limitador de la persona y no como quien le abre las puertas hacia su realización existencial. Así como la muerte pone en movimiento la consolidación de la vida, el destino confronta con la libertad.
A su vez, la visión que tengamos sobre el destino puede transformarse en una trampa que nos aprieta y no nos deja avanzar, o convertirse en el viento que impulse nuestro largo camino. Ese doble aspecto, se resume en la capacidad espiritual y en el desarrollo de la conciencia de cada persona.
Cada uno tiene su propio destino, sus propias circunstancias, sus propias situaciones, su propio camino. No hay dos caminos iguales, no hay dos destinos iguales. “Con su destino particularísimo el individuo esta, como si dijéramos, solo en todo el universo” dice Frankl. Y en este peculiar encuentro que cada uno tiene en su soledad, nos descubre el valor único de la libertad. A un único destino, solo hay una persona que puede responder por él. Cada uno esta conformado de únicas preguntas que hace la vida en forma de destino, para ser respondidas con acciones y decisiones que brinden una orientación de la misión de cada uno.
Y así, Frankl habla de la falta de sentido absoluta que tiene renegar del propio destino:
“Cuan paradójico es querer rebelarse contra el destino se ve claramente cuando alguien se pregunta que habría sido de él, cual habría sido su vida, si no hubiese tenido el padre que realmente tiene y sido hijo de otra persona cualquiera; quien se formule tal pregunta olvida que en tal caso no seria propiamente ´él´.”
A través de la realización de valores se va desplegando la libertad y la conciencia de sentido. En palabras del Dr. Frankl:
“El hombre elabora la materia que el destino le brinda: unas veces creando y otras viviendo o padeciendo, se esfuerza por “desbastar” su vida lo mas posible para convertirla en valores, en valores de creación, de vivencia o de actitud”
Quisiera ejemplificar esta problemática con el siguiente cuadro:
El cuadro representa una espiral dialéctica de la posibilidad de cada momento de responder a cada situación. El destino, que puede estar representado por una situación particular, una serie de circunstancias es la puerta de entrada. Representa una pregunta que la vida hace a la persona y que se transforma en la posibilidad de encarnar desde la libertad personal algún valor (creativo, vivencial o de actitud). A través de la acción de un valor, la consciencia descubre el sentido implícito de este momento particular y devuelve la vista sobre la misma situación, esta vez plena de sentido. La idea es que este no es un círculo cerrado, sino que la situación “colmada de sentido”, se transforma en una nueva situación, diferente a la anterior. Y en este movimiento se mueve cada una de las personas.
La línea fina que separa la libertad del destino, es el nivel o grado de consciencia que la persona pueda dar a este cuestionamiento existencial. La conciencia, que en términos franklianos, “nos habla siempre en forma de respuesta”, siempre esta enfocada en la libertad, en el encuentro con la posibilidad única e irrepetible que ofrece cada momento particular de la vida.
Una persona puede comenzar a transitar su libertad, en el momento en que toma consciencia de que cada paso que da es una respuesta con la cual responde a una pregunta que la vida misma plantea. Tomar consciencia de los aspectos que impulsan una conducta puede ser reconsiderado apelando a la finalidad que tiene una decisión misma. En relación al pasado, el hombre permanece libre para situarse de una forma distinta a la que se ha venido ubicando. Como dice Frankl, la persona tiene dos opciones: tomar una actitud fatalista o aprender de la situación.
En definitiva, el “tomar una postura” fatalista o reparadora, es una posibilidad que tiene en cada momento la persona frente a su único destino. Frankl afirma que esta actitud de “oposición a la posición” es donde se despliega la libertad. Cuando una persona pretende excusarse alegando, “yo soy así”, termina encerrándose en el circulo cerrado del fatalismo neurótico. Tomar una postura que pueda romper este circulo, es tomar consciencia de lo que la persona ha sido y cree ser, pero considerando “lo que quiere ser”. Y que este objetivo, se cumple de a poco y con una decisión. Así, se termina transformando conscientemente el destino que nos ha empujado a ciertas actitudes y acciones, para transformarlo en el destino, como meta, como final, como misión, que nos proponemos desde la conciencia y desde nuestra libertad.
¿Qué significa la consciencia? Frankl la define como un órgano del sentido, en relación a que es la “capacidad de descubrir el sentido único y particular que esta latente en toda situación”. Y esta situación, muchas veces es vivida como una circunstancia de un cruel destino. Sin embargo, a este destino que no podemos escapar, podemos afrontar con nuestra libertad viviendo, creando, padeciendo o transformando. Frankl mismo habla de que “quien considere su destino como algo sellado, jamás estará en condiciones de llegar a dominarlo”.
El destino (presentado como una enfermedad, una situación trágica, un dolor profundo, impulsos profundos sin explicaciones, etc.) pueden ser el punto de partida para tomar consciencia de lo que nos estamos convirtiendo por dejarnos ser impulsados, para encontrarnos como personas que se sienten atraídas por el mundo de los valores. El destino implica causalidad y la libertad implica autodeterminación. Una enfermedad puede ser el punto de partida, para terminar descubriendo una misión a cumplir en este mundo. Si bien el destino no puede modificarse, abre las puertas a una nueva forma de ver la vida.
Tomar el timón del barco, implica mucho mas que dejar que sea impulsado por el viento. Implica saber el recorrido marítimo, el destino final, las características de las corrientes marinas, la intensidad de las olas, el esfuerzo del barco, etc. Claro que muchas veces la huida neurótica se presenta como una posibilidad. Solo que esta huida lo único que genera es una mayor persecución por parte del si mismo. Cuando la vida nos hace sus preguntas, por más que corramos, ellas nos siguen a donde vayamos, y mientras más huyamos, mas fuerte nos tendrá que gritar para que escuchemos lo que tenemos que descubrir.
La vida nos hace preguntas y seamos conscientes o no, respondemos de una forma o de otra, con las acciones que decidimos realizar en cada instante de nuestra vida.
Algo muy importante a considerar es que no todas las personas tienen consciencia del valor de su destino como trampolines al descubrimiento de su misión o tampoco tienen la posibilidad de encontrar la confianza de que un hombre siempre es libre para tomar una posición a su destino. “Incluso dentro de un mundo circundante tan estrecho, tan confinado, pese a todas las restricciones sociales impuestas a su libertad personal, el hombre sigue siendo dueño, en última instancia, de su libertad para estructurar la existencia, de un modo o de otro, dentro de las condiciones que vive” dice Frankl y debemos aprender a transmitir.